Y
fíjese usted que la creo.
Sí,
señora Fabra, creo que es cierto que su exabrupto iba dirigido a los
diputados que no pertenecían a su partido.
Creo
que son ciertos sus argumentos frente al vídeo: que si provocación,
que si la tensión del momento, que si fue dentro de un momento de
apoyo al presidente del gobierno...
La
creo de verdad.
Y
la creo porque me gusta pensar que nadie, nadie, ni siquiera usted ni
toda la calaña política que en teoría nos representa es capaz de
semejante falta de, ponga aquí lo que quiera, dignidad, caridad,
respeto, educación, empatía o cualquiera de esos conceptos tan
pasados de moda en los que me gusta confiar que aún conserva en su
base la especie humana. Y porque la verdad, lo consideraría una
tamaña estupidez. Y ustedes han demostrado ser muy listos.
En
serio que la creo.
Y
también creo que son unos canallas. Porque, aunque la creo,
permítame decirle, señora
diputada, que a los parados también los ha insultado. Y a todo el
país. Y la ha insultado no sólo usted, la insultan todos ustedes.Y
eso es impresentable y es, como le decía, una completa, indignante
y enorme canallada.
Insultan
al país al que representan, a la comunidad por la que fueron
elegidos, a la ciudad que los creyó en su mitín, al pueblo que los
apoyó y al ciudadano que asintió con la cabeza al verles hablar tan
bien en la tele del bar de su barrio. Su conducta es insultante.
Y
dan vergüenza.
Y
la dan todos. La dan cuando se aplauden, se jalean, se insultan, la
dan cuando se comportan como si el hemiciclo fuera un patio de
colegio. Todos.
Todos
los que en teoría trabajan en ese absurdo circo en que se ha
convertido el Congreso de los Diputados. Nuestra cámara cada vez más
baja, más vil y más cruel, más indiferente a las consecuencias de
sus actos...
Donde
un asno se rasca con otro,
dónde
se dirime la vida o la muerte de un país,
dónde
cada número que ustedes barajan es una persona, un pueblo...
dónde
cualquier parecido con un campo de recreo resulta doloroso e inhumano para los que pusieron su confianza en ustedes.
Porque
no están jugando, señorías. Porque no se trata de un partido entre
4ºA y 4º B.
Porque
quizá ustedes no saben como se siente uno cuándo ve que no pagará
sus facturas,
cuándo
ve que sus padres jubilados no podrán disfrutar de el retiro como se
merecen,
cuándo
mira a sus hijos y siente que se le rompen las entrañas,
cuándo
ve que no tiene fuerzas ni para trabajar,
cuándo
ve que perderá su casa,
cuándo
sus dos titulaciones universitarias no sirven para no envidiar a un
camarero londinense,
cuándo
ve que se ahoga,
cuándo
escribe absurdas cartas como ésta para no reventar, para no liarse a
pedradas, para no sentarse en un bordillo y llorar...
Cuándo y dónde
no tienen cabida sus juegos.
Un
respeto.
Por
favor.