miércoles, 13 de noviembre de 2013

El país de NuncaMáis



Existen dos mentiras políticas que han marcado mi total desconfianza en los gobiernos de este país y que jamás perdonaré.

La primera  fue de Felipe González negando el GAL en 1995, cuándo mi bisoñez no alcanzó a comprender que se pudiese tener la desfachatez al mirar a cámara y negar, mucho, mucho después de que cantase el gallo, una evidencia tan grande y sobrecogedora como esa.

Aquella fue una desilusión paulatina pues llevaba casi cinco años sentada sobre mi juventud y esperando que cayese el inevitable mazo de la justicia. La sinrazón de este país todavía no me había alcanzado, todavía no,  pero cuando cayó, fue ese mazo blandito y de refilón lo que marcó aquel primer contacto con la calaña que dirigía este país.

La segunda  vez fue más dura: En 2002 un repeinado Federico Trillo volvía a mirar a cámara y decía aquello de que las playas estaban esplendorosas.

Lloré esa noche frente al televisor mientras, esta vez sí,  comprendía de forma brutal que era la política. O empezaba a comprender.

Y después llegó la crisis. 
Y luego nació la rabia. Sorda. Profunda. Interna. Demoledora.
Y la tristeza. Y la desesperanza.
Y ¿por que no? El desprecio absoluto a quienes nos dirigen.

Y aprendí a desconfiar hacia arriba. Y a no creer en los Poderes como quien no cree en el profesor injusto. Porque su autoridad era deontológica. Porque la autoridad de verdad, de la que se otorga, la que te dan los demás porque vales, porque sabes, ya nunca la iban a recibir de mí. Porque no me servían ni me sirven.

Y estos son ustedes: Poderosos de raza pervertida, herederos de estirpe de traidores, cobardes, delatores y vendidos, que premian al pillo y ridiculizan al héroe, acostumbrados a campar sin ley en este país que hacen suyo y no nuestro dónde las vergüenzas se esconden y el culo se tiene bien tapado, no vaya a ser que el culo funcione y enseñemos la mierda a los de fuera y eso sí que no, que se nos va al carajo la marca España. Porque así se es grande, grande de España y por España.


Ustedes me enseñaron que a los héroes en este país hay que buscarlos mirando alrededor y no hacia arriba.

Unos de mis primeros nuevos héroes fueron aquellos  miles de voluntarios que acudieron a las playas con la catástrofe del Prestige.

Hoy, cómo siempre, vuelven a llover mantas desde las altas esferas, mantas de las que es imposible tirar ,y el recuerdo de esos voluntarios, o la gente como ellos, vuelven a ser mi única esperanza para no morirme de asco, para no huir, para, cómo Wendy, seguir creyendo en este nuestro "País de Nunca Máis".


No me falles, Peter, tú no.

A Coruña, Otoño de 2013