domingo, 7 de abril de 2019

18 de diciembre.





Esta niña de la foto era yo a la edad en la que, por primera vez, un hombre se propasó conmigo.

Una tarde cualquiera, un hombre cualquiera que pide ayuda a una cría y en la oscuridad de un portal... perdonad que no entre en detalles: la imagen de aquel hombre me ha costado muchos años borrarla de mi mente, muchas noches de infiernos aún demasiado infantiles para acomodarlo a mis noches y poder dormir, pero su recuerdo aún se me aparece a traición de vez en cuando, como tantos secretos que nunca hemos contado.

Porque yo no lo conté en casa. Y no lo hice porque sentía que había hecho algo malo. Porque a los 10 años yo ya llevaba inculcado el sentimiento de que, si algo así le pasaba a una mujer, en parte era culpa suya.

Y lo más jodido es que, durante mucho tiempo, pensé que había tenido suerte; el ascensor bajó, él se asustó y huyó, dejándome un poco sobada (bastante), asustada y perpleja pero no llegó a más. Tuve suerte.

Suerte los cojones.

Porque, sin quererlo, durante años, recordando lo que no podía olvidar yo misma ponía en nosotras el acento de remediar esto: discursos como que hemos de enseñar a las niñas a protegerse, a tomar precauciones, a luchar por su identidad y sus derechos.

Otra vez los cojones.

Que no, hostia, que estaba equivocada, que no era cosa nuestra, al menos no solo nuestra, que son los hombres los que han de aprender a no violar, a que los niños no se tocan, que han de aprender a no matarnos, que es un problema masculino y no femenino, que tenemos que cambiar el discurso desde la base, que es a ellos a los que hay que enseñar y asegurarnos de que el discurso que aprenden nuestros niños es diferente.

Y que una niña ya no tendrá miedo a contarlo, ni a denunciar...

Y entonces veo sentencias que siguen culpabilizándonos, que siguen poniendo la responsabilidad en nosotras, en nuestra actitud, en nuestra ropa, en nuestra vida anterior y me muero de miedo.

Me muero de miedo porque en este país puede postularse a gobernar un pueblo, una comunidad o un país quien defiende que "a las mujeres hay que pararles los pies", que defiende que "la ley contra la violencia de género es excesiva y hay que derogarla" y que "hay que proteger a nuestros hijos frente a las desaprensivas que denuncian en falso".

Y me jode. Me jode tener miedo porque hoy me gustaría ser lo suficientemente valiente para gritar que tengo un cabreo infinito y que estoy hasta esos cojones que no tengo de tener miedo.

Así que, sí, hoy estoy cabreada de cojones.

María Martul. 2018

#noesno #todossomoslaura #niunamenos #bastaya

No hay comentarios:

Publicar un comentario