jueves, 25 de marzo de 2010

De la RAE, de la práctica siete, de Clark Gable y del saber estar

Publicación para la clase de Guión Audiovisual. UDC. para Wagon-bar



- “La práctica siete no pienso hacerla. ¿Por qué? Porque no me apetece”

Aún sonrío cuando recuerdo aquel día en el que, con esa cara de no haber roto un plato, y abriendo esos ojos enormes, soltó aquella frase. Reímos todos, y ella se sorprendió.

Era junio y habíamos tenido todo un curso académico para conocernos. Ella era serena, estudiosa, educada… la chica morena que se sentaba en la tercera fila, que se ponía colorada al hablar en clase y que siempre sonreía de esa forma en la que lo hacen los tímidos, con reverencia, desde abajo, casi pidiendo permiso.

No destacaba. No es chica de estridencias ni de hacerse notar y a simple vista conformaba la veinteava parte de esa masa informe y homogénea constituyen los jóvenes de cualquier aula. Era una más: iba vestida de forma desenfadada con los sempiternos vaqueros, la camiseta y las zapatillas de lona. Como todos. Pero, inexplicablemente, en ella el resultado final era diferente: pulcro, el punto justo entre corrección y comodidad, entre libertad y autocontrol. “Equilibrio”.

Su peinado no era el de ahora. En esos días atrapaba en una apretada y severa cola de caballo unos rizos que se soltaron en algún momento del último año, quizás al tiempo en que, al relajar la timidez su tenaza, se liberó su particular sentido del humor, socarrón y gentil, profundo y antiguo… Otra vez “equilibrio”.

Supongo que en ese momento yo no sabía que ese era su punto fuerte, pero durante los últimos doce meses no ha dejado nunca de sorprenderme su capacidad de “saber estar”, de hacerse escuchar sin jamás alzar la voz, de ser capaz de hacer mucho más notable su ausencia que su presencia.

Ahora que llego al final de esta descripción, se me hace inevitable pensar en el hecho de que ella va a leer esto y que no encuentro ningún detalle gracioso, personal y con jugo suficiente para quitarle hierro a este asunto y evitarme el temido “pelota” que ya veo que va a llamarme. Podría haber hablado de que le gusta Serrat, de que disfruta con los musicales y con una buena película clásica y de que pagaría por poner a Dios y a Clark Gable por testigos de cualquier cosa. Pero ninguna de estas cosas dicen más de ella que lo anterior, sino para redundar en lo mismo. Así que, tras meditarlo un poco, así se queda.

De todas formas ella nunca me llamaría “Pelota”.

Ella nunca usaría un término tan vulgar como impreciso, me llamaría halagadora, carantoñera, tiralevitas, lisonjera, alabancera, aduladora, cobista, obsequiosa, panegirista, lagotera, embelecadora o incluso lavacaras…y lo haría de un tirón, como si nada, sonriendo, mientras la RAE, Clark Gable y yo, muertos de risa, le dedicaríamos nuestra más profunda reverencia.

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