miércoles, 7 de abril de 2010

Cuaderno de viaje. Escala uno. Madrid.



Me gusta Madrid. Me gusta su ambiente viciado, su metro hasta los topes y su aire elegante y rancio de ciudad que se debate entre ser cosmopolita y ser totalmente trasnochada.


Es por que me encanta pasear por Madrid por lo que, deliberadamente y tras abandonar a mi familia en el hotel, espacié lo suficiente las dos citas ineludibles que tenía que hacer esta tarde paréntesis entre dos vuelos.



Inma. De siempre. Cómoda. Divertida. Los amigos, los de toda la vida, son como las zapatillas viejas: no sabes cuanto te apretaban los zapatos hasta que te las pones al llegar a casa. Una Coca Cola rápida e insuficiente en su oficina marca que la echo de menos y el principio de mi paseo.



Me sumerjo ya sola en mi Madrid. Mi Madrid de cielos claros, de cámara al cuello, de los Austrias, de la librería San Ginés, del Lardy, del Café de Oriente y del Círculo de Bellas Artes. Este Madrid que suelo reservarme para mí sola cuando quiero ir al teatro, visitar una gran exposición o simplemente escuchar mis pasos recordándome quien soy y que visito tres días cada diciembre o tres horas robadas a cualquier recién estrenada primavera.



Al final se me torció lo del paseo. Descubrir la cara de Javi a través del cristal de la cafetería fue una sorpresa y no hay paseo que valga cuando está en juego un café con un amigo ante el que presumir de objetivo fotográfico nuevo mientras no llega la hora de la cena con Inés.



Inés. Dos horas prestadas de risas, películas, bromas y alguna inevitable lágrima que ya no sé como atajar y que me llenan de frustración, impotencia, de tópicos no pronunciados y de una admiración inmensa por esta niña a la que he visto crecer ante mis ojos.



Llego al hotel tarde y sonriendo pensando en lo irreal del día de hoy y de los días que me esperan. Hoy me he levantado en casa y, por arte de magia, he pasado una gran tarde y mañana tomaré otros dos aviones que me llevarán a descubrir la nueva vida de aquel pelirrojo llorón que un día compartió habitación conmigo. Me muero de ganas. Hamburgo: allá voy.

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